La narrativa como recurso para trabajar en el aula.
Prof. de la Iglesias Griselda Mariel
¿Por qué incorporar el cuento como recurso al Área de Ciencias Sociales?
Narrar quiere decir contar, relatar una serie de episodios que se desarrollan en el tiempo. Podemos narrar acontecimientos que nos parecen reales, que pueden cumplirse en la realidad. En toda narración desempeña un papel muy importante el narrador que puede estar como observador fuera de los hechos narrados o participar de ellos como personaje o protagonista. A veces el narrador se instala en un punto de vista (por ejemplo un personaje) y desde allí contempla todo lo que ocurre; pero también puede variar de enfoque o abarcar todas las situaciones, conocer todos los pensamientos y reacciones de los personajes. La narración puede estar escrita en tercera persona o en primera; en esta última circunstancia tiene un carácter autobiográfico.
“La enseñanza de la Historia cuenta con un valioso recurso en los textos ficciónales en general. Estos textos, cuyas tramas arguméntales dan sentido a personajes y hechos, permiten a los niños/as situarse en el contexto particular de cada época y comprender mejor la complejidad de los procesos sociales que la caracterizan.
Los textos ficciónales brindan la oportunidad de explorar las posibilidades y probabilidades de los hechos. Son como la versión libre de los hechos. Allí se mezclan personajes inventados con otros que existieron y la imaginación del escritor puede proponer encuentros entre ellos, explorar el sentimiento de los protagonistas, proponer posibles finales, etc.” (1) Diana Gonzalez “Efemérides entre el Mito y la Historia”.
Etapa Inicial diagnóstica:
Secuencia de actividades:
1) Lee este cuento que pertenece al libro Misteriosa Buenos Aires de Manuel Mujica Lainez.
2) Averiguar sobre la vida y la producción del autor.
3) ¿Dónde y cuando transcurre la acción que relata Mujica Laínez?
4) Con los datos que te brinda el cuento diseña un croquis o un plano de la calle Defensa y la localización de la “casa cerrada”.
5) Dibuja la fachada de la “casa cerrada”
6) Dibuja el plano de la “casa cerrada”.
7) Dibuja a los soldados del capitán Jacobo Varela.
8) Dibuja un soldado británico.
9) Recrea la escena de la defensa de la ciudad.
10) Dibuja a los habitantes de la “casa cerrada”.
El desarrollo de esta etapa del trabajo tiene la intencionalidad de poner en juego los conocimientos previos de los niños/as. En el Segundo ciclo de la Educación Primaria Básica ya han tomado algún tipo de contacto con el contenido Invasiones Inglesas y esto es lo que vamos a revisar y tomar como punto de partida para el proceso de aprendizaje.
a. los conocimientos previos son construcciones personales que los sujetos han elaborado en interacción con el mundo cotidiano, con los objetos, con las personas y en diferentes experiencias sociales o escolares;
b. la interacción con el medio proporciona conocimientos para interpretar conceptos pero también deseos, intenciones o sentimientos de los demás;
c. los conocimientos previos que construyen los sujetos no siempre poseen validez científica. Es decir, pueden ser teóricamente erróneos;
d. estos conocimientos suelen ser bastante estables y resistentes al cambio y tienen un carácter implícito.
El origen de los conocimientos previos es diverso pero, básicamente, pueden agruparse en tres categorías:
Concepciones espontáneas: se construyen en el intento de dar explicación y significación a las actividades cotidianas. En el ámbito de las ciencias naturales –especialmente en el mundo físico se aplican reglas de inferencia causal a los datos recogidos mediante procesos sensoriales y perceptivos.
b. Concepciones transmitidas socialmente: se construyen por creencias compartidas en el ámbito familiar y/o cultural. Estas ideas son inducidas en los alumnos especialmente en lo que se refiere a hechos o fenómenos del campo de las ciencias sociales.
c. Concepciones analógicas: a veces, por carecer de ideas específicas socialmente construidas o por construcción espontánea, se activan otras ideas por analogía que permiten dar significado a determinadas áreas del conocimiento. Las analogías se basan en conocimientos ya existentes.
Organizar la enseñanza desde los conocimientos que ya poseen los alumnos es fundamental puesto que, frente a una nueva información o a un nuevo material, los niños/as ponen en juego conocimientos anteriores, a partir de los cuales interpretan los nuevos contenidos. Ésta es, una diferencia esencial entre el aprendizaje memorístico y el aprendizaje significativo.
Segunda etapa del trabajo:
A-Seguramente en este momento del trabajo los niños/as hayan podido contextualizar la acción que transcurre durante la Invasión Inglesa al Río de La Plata en 1807 hay en el cuento pistas que les permiten descubrir este hecho y no olvidemos que hemos puesto en juego los conocimientos previos.
Algunas pistas con respecto al espacio, al tiempo:
…La circunstancia de haber nacido en Orense, aunque mis padres me trajeron a Buenos Aires…
…, aquello que sucedió en 1807, exactamente el 5 de julio de 1807.
… El 5 de julio de 1807 -habría transcurrido un lustro desde que entreví fugazmente a mis vecinas en su patio- fue para mi vida, como lo fue para Buenos Aires, un día decisivo.
B- Observaremos con atención los croquis y planos que realizaron los niños, en realidad esta actividades tiene complejidad para ellos porque deben en primer lugar elaborar un plano con los datos que brinda el cuento y en segundo lugar no es nada sencillo sino tienen la ejercitación del procedimiento llegar desde la tridimensionalidad y bidimensionalidad a la representación del plano.
Algunas pistas del cuento para la elaboración del plano:
… acerca de la casa que de niños llamábamos `la casa cerrada` y que se levanta todavía junto a la que fue del doctor Miguel Salcedo, entre el convento de Santo Domingo y el hospital de los Betlemitas. Frente a ella viví desde mi infancia, en esa misma calle, entonces denominada de Santo Domingo y que luego mudó el nombre para ostentar uno glorioso: Defensa.
Llega el momento de confrontar la ficción con la realidad y comenzamos a trabajar con documentos que nos proporciona la Historia.
Secuencia de actividades:
1) Observar planos del Buenos Aires colonial.
2) Observar imágenes (pinturas, litografías) del Buenos Aires colonial.
3) Comparar con la producción del niño/a.
4) Redibujar el croquis o plano. (Propuesta de autoevaluación).
Plano de autor anónimo 1782
"Planta de Buenos Aires" por José Bermúdez, en él se señalan el riachuelo como "Canal de Riachuelo con tres pies de agua" y las características del río con las letras: R: muelle que se puede hacer; S: canal donde dan fondo los navíos distante tres leguas; T: Pozo de la Merced donde dan fondo las embarcaciones; V: Pozo de San Francisco
(2) Departamento de Estudios Históricos de la Armada Argentina.
Plano de Buenos Aires, atribuido al P.José Quiroga, realizado por encargo del gobernador Andonaegui. Publucado por el P.Charlevoir en su "Histoire du Paraguay" en Paris, 1756
Con respecto a la fachada de la casa cerrada, por la experiencia ante la realización de la propuesta ,he observado que les cuenta mucho a los niños/as a pesar que saben que es una casa de fines del S XVIII y las pistas que presenta el cuento que les dificulta poder dibujarlas por lo general hacen dibujos autoreferenciales.
Secuencia de actividades:
1) Buscar en libros, manuales, pinturas, láminas, revistas, imágenes de casas de la colonia.
2) Observar las imágenes, hacerle preguntas a la imagen, descubrir detalles.
3) Comparar con la producción del nino/a.
4) Redibujar la “casa cerrada”.(Propuesta de autoevaluación)
Fachada casa Mitre. La casa es una típica edificación colonial que fue construida a finales del siglo XVIII.
Casa colonial característica de la arquitectura de principios del siglo XIX, con sus rejas y teja muslera.
Casa de Liniers
Venezuela Nº 469 / Fines del Siglo XVII
Al solicitar dibujar el plano de la casa cerrada seguramente observaremos muchos de los aspectos que destaqué con anterioridad, la dificultad del niño/a para pensar e imaginar contextos” lejanos”.
Secuencia de actividades:
Observar el plano de casas coloniales.
1) Situar a los protagonistas del relato en los diferentes espacios de la casa.
2) Responder preguntas: ¿Qué dependencia frecuentaría la madre y sus hijas? ¿En qué dependencia se encontraba la mayor parte del tiempo la mulata? ¿Por qué crees que era así?¿Qué haría en cada una? ¿Qué era una mulato/a? ¿Qué actividades desarrollaron en el Río de La Plata? ¿Cuántos eran? ¿Desde dónde llegaban?
3) Realizar con material descartable una maqueta de la casa cerrada.
Casa Colonial de dos pisos.
Para el desarrollo de los puntos 7 y 8 seguramente deberemos recurrir a la observación de imágenes si los uniformes dibujados por los niños no se acercan a la realidad.
Secuencia de actividades:
Pistas en el relato:... Nadie hubiera reconocido nuestro uniforme blanco y azul.
1) Buscar en libros de historia imágenes de los distintos regimientos que participaron de las invasiones inglesas y en la defensa de la ciudad de Buenos Aires. Es importante en estas imágenes en particular que se pueda observar el color.
2) Observar las imágenes
3) Comparar con las producciones de los niños/as.
4) Confeccionar con retazos de telas y pegarlos en la carpeta los uniformes correspondientes a los soldados ingleses y a los soldados que defendían Buenos Aires.(Actividad de evaluación)
Regimiento de Patricios de Buenos Aires de 1807.
Regimiento Gallego Buenos Aires 1807
Segundas Invasiones Inglesas
-5 de Julio de 1807
Plaza de la Victoria en el momento
del desarme británico
[ Alfonso Granja, Buenos Aires 1895 ]
( Gentileza del Museo Naval de la Nación, Tigre )
Sitio web: Museo de la Estancia Jesuita de Alta Gracia y casa del virrey Liniers.
Para el punto 9 donde se recrea la defensa de la ciudad:
Secuencia de actividades:
1) Solicitarles a los niños/as que transcriban en la carpeta las pistas que encontraron en el cuento y les permitió reconstruir la escena por ejemplo:
…Me hallé entre los cincuenta o sesenta granaderos que a bayonetazos abrieron un camino entre las balas…
…. Los carros de municiones, volcados, interceptaban la marcha. Los brazos de los heridos aparecían entre los sables y los fusiles tirados al azar.
… Desde la torre del convento, transformada en fortaleza, los ingleses sembraban el estrago. Había soldados en todos los techos y también vecinos y muchas mujeres que arrojaban piedras y agua hirviendo sobre los invasores.
… Varela entró a escape con la mitad de su tropa en la casa del doctor Salcedo. A poco le vimos surgir entre los balústres de la azotea, encendido, vociferante, y abrir el fuego contra el campanario de los dominicos. Nos ordenó a gritos, a quienes todavía quedábamos en la calle, que hiciéramos lo mismo desde la casa lindera.
… nos ensordecían las descargas y nos sofocaba la pólvora.
2) Subraya sobre las oraciones y párrafos transcriptos las armas que se utilizaron para la defensa de Buenos Aires.
3) Observa esta imagen y compárala con tu producción.
4) Destaca similitudes y diferencias.
Trabajamos con la consigna 10:
Observamos detenidamente los dibujos de los niños/as y por la experiencia mencionada anteriormente la vestimenta por lo general no se ajusta a la realidad y algo que poderosamente me ha llamado la atención es que la mulata no aparece en el trabajo de los niños/as a pesar de estar muy claro en el cuento que habita la “casa cerrada”.
1) Trabajamos para lectura de fuentes reconocer la sociedad colonial en general y los grupos sociales en particular en relación al lugar de origen- etnia- ocupación- género a través de la lectura de fuentes.
2) Observamos imágenes de mujeres de la colonia.
La historia tradicional ha relegado a la invisibilidad la presencia de la mujer, y esto también ha pasado en los procesos de enseñanza aprendizaje. “La esencia de una Nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común, pero también que todos hayan olvidado las mismas cosas” decía Ernest Renan.
La omisión de la mujer en el relato histórico es una marca evidente y perfeccionada por la enseñanza escolar. La mujer ha sido esposa, hija, esclava, compañera, pero de su acción poco se ha escrito.
Siguiendo la escuela francesa de los Annales, centramos la mirada en los aspectos materiales de la vida cotidiana, y a partir de la indagación del interior de las casas, de los conventos, la comida, el vestuario, rituales, redescubrimos en estos escenarios a las mujeres, este lugar marginal y relegado de lo público era el espacio otorgado por el hombre en el período histórico estudiado. (Colonial). De esta manera conceptualizamos el género como una herramienta imprescindible para el análisis de las dimensiones culturales de los discursos y las prácticas acerca de mujeres y varones, entendiendo por género a la asignación de atributos y conductas a los individuos según su pertenencia a un sexo biológico. Para ir dejando atrás la única y típica “dama antigua” tan estereotipada en la escuela primaria.
Actividad posible:
1) Solicitar que transcriban en la carpeta todos los nombres de los personajes mencionados.
2) Leer de documentos que aportará el docente o del manual de uso en el aula sobre el tema la invasión inglesa y la defensa de Buenos Aires y discernir sobre que personajes son ficticios, propios del cuento y cuales reales para la historia.
Propuesta de Evaluación final 1:
Con lo lugares que se han extraído textualmente del cuento y con imágenes reconstruir un día de un habitante de Buenos Aires a principios del siglo XIX.
El convento de Santo Domingo- el hospital de los Betlemitas- la Plaza de Toros- el Retiro - la misa del alba en los franciscanos- el fango que cubría las calles.
Propuesta de Evaluación final 1:
Imagina la siguiente situación: con las siguientes palabras extraídas textualmente del cuento recrea un día de un habitante de una casa que tenga las distintas dependencias debajo mencionadas y los elementos . Deberás narrar en primera persona del singular.
El estrado- postigos las rejas- las azoteas- la torre del convento- el campanario de los dominicos -dos patios –el techo -una frágil escalerilla- las salas -las alcobas- el brocal del aljibe.
Bibliografía:
“Casa cerrada” en Misteriosa Buenos Aires de Manuel Mujica Lainez.
Efemérides entre el Mito y la Historia. Perla Zelmanovich y Diana Gonzalez.
Manuales de uso áulico para segundo Ciclo de EGB.
Páginas web para obtener imágenes.
Anexo 1
LA CASA CERRADA en Misteriosa Buenos Aires 1950.
MANUEL MUJICA LAINEZ
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El texto de esta confesión ha sido bastante modernizado por nosotros, suprimiendo párrafos inútiles, condensando algunos y añadiendo aquí y allá un retoque. Ignoramos el nombre de su autor.
"... Quizá lo más lógico, para la comprensión plena de lo que escribo, fuera que yo le hablara ante todo, Reverendo Padre, acerca de la casa que de niños llamábamos `la casa cerrada` y que se levanta todavía junto a la que fue del doctor Miguel Salcedo, entre el convento de Santo Domingo y el hospital de los Betlemitas. Frente a ella viví desde mi infancia, en esa misma calle, entonces denominada de Santo Domingo y que luego mudó el nombre para ostentar uno glorioso: Defensa.
¡Cuánto nos intrigó a mis hermanos y a mí la casa cerrada! Y no sólo a nosotros. Recuerdo haber oído una conversación, siendo muy muchacho... que mi madre mantuvo en el estrado con algunas señoras... y en la cual aludieron misteriosamente a ella. También las inquietaba, también las asustaba y atraía, con sus postigos siempre clausurados detrás de las rejas hostiles, con su puerta que apenas se entreabría de madrugada para dejar salir a sus moradores, cuando acudían a la misa del alba en los franciscanos y, poco más tarde, a la mulata que iba de compras. No necesito decirle quiénes habitaban allí. Con seguridad, si hace memoria, lo recordará usted. Harto lo sabíamos nosotros: eran una viuda todavía joven, de familia acomodada, y sus dos hijas. Nada justificaba su reclusión. Las mozas crecieron al mismo tiempo que nosotros, pero jamás cambiaron ni con mis hermanos ni conmigo ni con nadie que yo sepa, una palabra. Se rebozaban como monjas para concurrir al oficio temprano. Luego conocí el motivo de su enclaustramiento. Por él he sufrido mi vida entera; a causa de él le escribo hoy con mano temblorosa, cuando la muerte se aproxima. Debí hacerlo antes y lo intenté en varias oportunidades, pero me faltó audacia.
En una ocasión ellas tendrían alrededor de quince años- pude ver el rostro de mis jóvenes vecinas. La curiosidad nos inflamaba tanto, que mi hermano mayor y yo resolvimos correr la aventura de deslizarnos hasta la casa frontera por las azoteas que la cercaban. ¡Todavía me palpita el corazón al recordarlo! Aprovechamos la complicidad de un amigo que junto a ellas vivía y... silenciosos como gatos, conseguimos asomarnos con terrible riesgo a su patio interior. Allí estaban las dos muchachas, sentadas en el brocal del aljibe, peinándose. Eran muy hermosas, Reverendo Padre, con una hermosura blanquísima, de ademanes lentos; casi irreal. Las mirábamos desde la altura, escondidos por un enorme jazminero, y se dijera que el perfume penetrante ascendía de sus cabelleras negras, lustrosas, tendidas al sol. Desde entonces no puedo oler un jazmín sin que en mi memoria renazca su forma blanca y negra. Fue la única vez que las vi., hasta lo otro, lo que le narrare mas adelante, aquello que sucedió en 1807, exactamente el 5 de julio de 1807.
La circunstancia de haber nacido en Orense, aunque mis padres me trajeron a Buenos Aires cuando empezaba a caminar, hizo que después de la primera invasión inglesa me incorporara al Tercio de Galicia. Intervine con esas fuerzas en acontecimientos que ahora, tantos años después, su osadía torna mitológicos.
El 5 de julio de 1807 -habría transcurrido un lustro desde que entreví fugazmente a mis vecinas en su patio- fue para mi vida, como lo fue para Buenos Aires, un día decisivo.
A las ordenes del capitán Jacobo Adrián Varela tocóme defender la Plaza de Toros, en el Retiro. Me hallé entre los cincuenta o sesenta granaderos que a bayonetazos abrieron un camino entre las balas, para organizar la retirada desde esa posición que cayó luego en poder del brigadier Auchmuty. Nuestra marcha a través de la ciudad alcanzó un heroísmo que señalaron los documentos oficiales. jamás la olvidaré. Jamás olvidaré el fango que cubría las calles, pues había llovido la noche anterior, y nuestro avance ciego entre las quintas abandonadas donde ladraban los perros, mientras retumbaban doquier los cañones y la fusilería. Mi jefe perdió las botas en el lodo; yo dejé un cuchillo, la faja... Nadie hubiera reconocido nuestro uniforme blanco y azul. Nadie hubiera reconocido a nadie, cuando corríamos por las calles entre las lucecitas moribundas, guiados por el clamor de los heridos y por la voz entrecortada de Varela que nos alentaba a seguir.
Llegamos así, negros de cieno y de sangre, hasta mi barrio. Allí nos enteramos de que Sir Denis.Pack, herido por los patricios, se había refugiado en Santo Domingo con sus hombres. Otros refuerzos se le sumaron, encabezados por el general Crawford. La confusión era atroz. Los carros de municiones, volcados, interceptaban la marcha. Los brazos de los heridos aparecían entre los sables y los fusiles tirados al azar. Aquí, y allá, los trajes de los britanos coagulaban sus manchas rojas. Desde la torre del convento, transformada en fortaleza, los ingleses sembraban el estrago. Había soldados en todos los techos y también vecinos y muchas mujeres que arrojaban piedras y agua hirviendo sobre los invasores.
Varela entró a escape con la mitad de su tropa en la casa del doctor Salcedo. A poco le vimos surgir entre los balústres de la azotea, encendido, vociferante, y abrir el fuego contra el campanario de los dominicos. Nos ordenó a gritos, a quienes todavía quedábamos en la calle, que hiciéramos lo mismo desde la casa lindera. Esa casa, Reverendo Padre, era la casa cerrada.
Estaba cerrada como siempre. En la azotea distinguí a la dueña y sus dos hijas. Iban y venían, enloquecidas, con tachos humeantes. Uno de los oficiales se acercó a la puerta y trató de abrirla pero no pudo. Entonces nos comandó a otros dos granaderos y a mí -a mí, precisamente a mí que destrozáramos la cerradura. Fue una impresión extraña, independiente de cuanto sucedía alrededor, algo que no tenía nada que ver con la guerra espantosa y que me incomunicaba con ella. ¿Cómo explicárselo? Fue como si en ese instante comenzara mi guerra, mi propia guerra personal, en el huracán de la otra, la grande, que por doquier me envolvía pero de la cual me separaba una zona indefinible.
Nos precipitamos hacia el interior, cruzamos como un torbellino los dos patios y ascendimos al techo por una frágil escalerilla. Las mujeres nos recibieron sin decir palabra. En verdad, no teníamos tiempo para ocuparnos de su actitud. Lo único que nos movía era matar, matar rabiosamente. Y lo hicimos.
El capitán Varela apareció entre nosotros. Se dirigió a mí y a quienes me rodeaban.
-Vayan abajo -nos dijo brevemente y secunden el tiroteo desde las ventanas.
De inmediato le obedecimos, mas cuando nos aprestábamos a lanzarnos por los peldaños, se nos cruzó la señora. Advertí entonces, en un relámpago, que ella también debía haber sido muy hermosa, acaso tan hermosa como sus hijas.
Nos suplicó:
-No, abajo no...
De un empellón la hicieron a un lado. Y ya estábamos en las salas y en las alcobas, ya arrastrábamos los muebles, ya entreabríamos los postigos con los caños de los fusiles.
¡La otra habitación! -me ordenó un oficial-. ¡La última! ¡Encárguese usted!
Penetré allí automáticamente. Todo se hacia automáticamente ese día en que nos ensordecían las descargas y nos sofocaba la pólvora.
Era un aposento pequeño. Estaba a oscuras. Calculé la posición de la ventana por la fina hendidura que en torno del postigo dibujaba un hilo de luz. Me adelanté a tientas y de un culatazo separé las hojas. No pensé más que en continuar matando, pero entre tanto la atmósfera de la casa pesaba sobre mi nuca como algo viviente, sólido. Cuando me detuve para cargar el arma, observé que a mi lado estaba la señora. La acompañaban sus dos hijas. Me miraban con ojos dementes. Hice un movimiento para aproximarme y sosegarlas, y las tres retrocedieron hacia el fondo del cuarto que yacía en penumbra. Detrás de ellas se levantó algo que no puedo definir sino como un gruñido, un angustiado gruñido de animal.
Por segunda vez desde que había violado la clausura, me sobrecogió la sensación rarísima de que estaba viviendo un episodio aparte de los que sacudían a la ciudad. Fue - claro que por un momento- como si la lucha de las calles y de las azoteas no tuviera significado en sí misma, como si sólo sirviera de encuadramiento remoto a otro drama, íntimo, agudo, sutil, del cual éramos los únicos protagonistas.
Recordé entonces que antes, a lo largo de los años, había escuchado ese mismo grito ronco. Se alzaba en mitad de la noche y me estremecía, en mi cuarto cercano, con su inflexión inhumana, agorera.
Di un paso hacia las mujeres.
-No -pronunció la señora-, por favor, por favor, no...
Detrás, en la sombra, vi. al ser horrible. ¿Necesito describírselo, Reverendo Padre? Se trataba, indudablemente, de un hombre. De hombre tenía la cabeza barbuda, pero su cuerpecito diminuto era el de un niño, con excepción de las manos grandes, cubiertas de vello, obscenas. Clavó en mí los ojos malignos, y por ellos reconocí su parentesco con las muchachas. Era su hermano. Ese monstruo era su hermano.
El tableteo de las balas ahogó mi exclamación. De un salto me acurruqué en mi puesto de combate. Mientras apuntaba, el corazón me latía loco. A veinte pasos cayó un inglés con los brazos extendidos, un inglés muy rubio, casi tan dorado el pelo como las charreteras.
En la habitación, la madre se echó a llorar. Gruñó el monstruo. Yo seguía tirando. Ya lo comprendía todo. Ya poseía el secreto de la casa cerrada, de la prisión de esas mujeres jóvenes y bellas, a quienes el feroz orgullo materno obligaba a encarcelarse para que nadie supiera lo que yo sabía.
El oficial bramó a través de la puerta:
¡A la calle, a la calle, a Santo Domingo!
Me ajusté el cinturón. Mis campañeros me llamaban. Me volví para seguirles. Nada había cambiado en el fondo del aposento. La madre, sentada en el lecho, gemía tapándose los oídos. Detrás asomaba la cabeza diabólica, oscilante, babeante. Las dos hijas se abrazaban con miedo. Me miraron y adiviné en su crispación anhelosa un ruego desesperado. Fue como si súbitamente una oleada del fresco perfume de los jazmines me envolviera en pleno mes de julio. Todavía me quedaba una bala en el fusil. Reverendo Padre, cualquier hombre hubiera hecho lo que hice. Un tiro seco, un solo tiro seco... ¡A tantos otros había muerto ese mismo día desde la retirada de la Plaza de Toros: oficiales fuertes y esbeltos, soldados que apenas salían de la adolescencia, a tantos, a tantos! Cayó la cabeza espantosa, como en un juego, como si fuera una cabeza de cartón y de lana...
Hasta hoy me persigue el alarido de la madre, hasta hoy, como me persiguió el 5 de julio de 1807 en mi fuga por la calle de Santo Domingo negra y roja de cadáveres, lejos de la casa cuyas puertas había arrancado..."